Una de las primeras tareas a las que se enfrenta un niño, desde el punto de vista relacional, es construir un vínculo de apego con su cuidador principal, generalmente denominado cuidador (literalmente, “el/la que cuida”). El vínculo de apego se define como una relación duradera y emocionalmente significativa con una persona específica (Schaffer, 1998). Según el psicólogo británico John Bowlby, padre de la llamada "teoría del apego", el niño nace con una "predisposición biológica" a desarrollar un apego por quienes lo cuidan: el apego tendría la función biológica de proteger a los niño y la función psicológica de proporcionar seguridad (Bowlby, 1983), Numerosos estudios destacan el fuerte impacto que la calidad de este vínculo tiene en el desarrollo futuro del niño, en sus capacidades cognitivas y desarrollo cerebral, en su salud mental y en el formación de futuras relaciones. La mayoría de las veces el cuidador está representado por la madre, pero es posible que este rol lo desempeñe otra figura, como el padre, los abuelos, la niñera, siendo ésta una de las personas que cuida al niño la mayor parte del tiempo. A continuación, desarrollamos los distintos tipos de apego:
Apego seguro
Cuando el cuidador responde a las necesidades del niño de manera satisfactoria y consistente a lo largo del tiempo, se establece el llamado apego seguro (Ainsworth et al., 1978), gracias al cual el niño desarrolla confianza en sí mismo y
confianza en el mundo, el cual percibe como un lugar seguro, y la capacidad de moverse y explorar el entorno que le rodea con una autonomía cada vez mayor. La presencia de una figura importante en la que pueda confiar también será crucial para el niño en situaciones de fuerte carga emocional ya que, en tales situaciones, el niño necesitará mayor apoyo y protección, para recuperar su estado de calma y proceder de manera segura en su desarrollo.
Apego inseguro:
En contraposición, alrededor de un tercio de los niños experimentan un apego de tipo inseguro, que además tiende a transmitirse de generación en generación. Gracias al procedimiento experimental de la "Situación Extraña" utilizado en los estudios pioneros de Mary Ainsworth (1978), alumna de Bowlby, y a numerosos estudios posteriores, hoy nos referimos a dos "estilos" o tipos de apego inseguro y a un tipo de apego desorganizado:
- Apego inseguro-evitativo: esto ocurre cuando el cuidador rechaza constantemente, no responde o no está emocionalmente disponible. El niño, por tanto, aprende a no poder contar con él, renuncia a buscar su cercanía porque aprende que su necesidad es inútil o no será satisfecha.
- Apego inseguro-ambivalente: este estilo caracteriza aquellas relaciones en las que el cuidador no responde de manera constante y coherente a las necesidades del niño; a veces está presente y amoroso, otras veces se muestra no disponible y rechaza. En este caso, el niño no sabe qué esperar. El miedo al abandono lo lleva a buscar la cercanía del cuidador, pero al mismo tiempo puede mostrar ira y hostilidad.
- Apego desorganizado: representa el tipo de apego más problemático, el que más se asocia a situaciones de abuso. El niño alterna conductas típicas de uno o más estilos de apego inseguro con momentos de confusión y miedo. El cuidador nunca realiza el mismo comportamiento, de hecho este puede cambiar de un momento a otro. El niño, por lo tanto, puede sentirse mareado o confuso en presencia de una figura que es tan impredecible, que en algunas circunstancias puede ser cariñoso, en otras indiferente, en otras incluso maltratador o abusivo.
