Cuando nos pasa algún suceso en nuestra vida, recogemos toda la información que podemos de nuestro alrededor para procesarla y llegar a entenderla. Así podemos interpretar aquello que nos pasa según nuestra manera de pensar. Sin embargo, es muy probable que nuestra forma única de procesar esta información tenga algunos errores y no se corresponda con la realidad en muchos casos. Estas alteraciones de la realidad de manera automática e inconsciente se conocen como distorsiones cognitivas.
Una manera de explicar cómo procesamos la manera de entender la realidad nos viene dada en el siguiente ejemplo (McKay, Davis y Fanning, 1985): “En un concurrido teatro, una mujer se levanta de repente, da una bofetada al hombre que está junto a ella y rápidamente se va por el pasillo hacia la salida. Cada una de las personas que han visto la escena reacciona a su manera, de forma idiosincrásica. Una mujer se sobresalta, un adolescente se encoleriza, un hombre maduro empieza a deprimirse, una asistente social siente una sensación agradable. ¿Por qué el mismo suceso provoca tan diferentes emociones en la audiencia? Podemos encontrar la respuesta examinando los pensamientos de cada observador. La mujer asustada pensó: «En casa siempre la debe de estar molestando y no ha podido aguantar más», imaginando los detalles de una paliza brutal y recordando las veces que la han maltratado. El adolescente colérico pensó: «Él sólo quería un beso y ella lo ha humillado. Pobre tío, realmente es mala». El hombre maduro que reaccionó con tristeza pensó: «Ahora la ha perdido y nunca más volverá a verla», mientras veía la cara de su esposa llena de cólera. La asistente social sintió un placer agradable porque pensó: «Se lo ha ganado. ¡Qué mujer más fuerte! Quisiera que algunas de las mujeres tímidas que conozco hubieran visto esto». En cada caso, la emoción del observador fue una consecuencia de sus pensamientos. El suceso fue interpretado, juzgado y etiquetado de tal forma que fue inevitable una respuesta emocional particular. Todas las personas están constantemente describiéndose el mundo a sí mismas, dando a cada suceso o experiencia una etiqueta. Hacen interpretaciones de lo que ven y oyen, juzgan los sucesos como buenos o malos, temibles o agradables, predicen si pueden ocasionarles algún peligro o una seguridad relativa”.
Si nuestro procesamiento de información distorsiona la realidad, ya sea ocultando, ignorando o disimulando parte de la información, nos lleva a crear interpretaciones incorrectas que pueden tener consecuencias negativas para nosotros mismos, para los demás o para aquello que nos rodea. Por ello, es importante poder ser conscientes de que esta lectura que hacemos de la realidad puede no ser exacta, para así poder flexibilizar esta interpretación y que no nos genere una gran alteración a nivel emocional.
Dependiendo de cómo vivamos una situación, ésta nos va a comportar un mayor o menor malestar emocional. Desde nuestro trabajo en Psyclinic, buscamos promover el conocimiento de las distorsiones que nos pueden nublar en ciertas situaciones. De esta manera, tendremos mayor consciencia de aquello que nos pasa, relativizar las situaciones y tomar decisiones más racionales y acordes con nuestras emociones.
Algunas distorsiones que solemos presentar la mayoría de las veces son: Las exigencias y el perfeccionismo; el catastrofismo; el pensamiento polarizado; la sobregeneralización...
Bibliografía:
Caballo, Vicente E. (2008). «Manual de técnicas de terapia y modificación de conducta». Madrid: Siglo XXI. ISBN 978-84-323-0717-1.
MaKay, M. Davis M. & Fanning P. (1985). Técnicas cognitivas para el tratamiento del estrés. Biblioteca de psicología, psiquiatría y salud. Barcelona: Martínez Roca.