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12 de abril de 2024 

¿Qué es un ataque de pánico?

Para ilustrar en que consiste un ataque de pánico, utilizaremos el siguiente caso ficticio. María, 22 años:

“Estaba preparándome para los exámenes finales, este semestre por cosas de la vida, he ido un poco rezagada con mis estudios. Estoy leyendo el último tema que me queda para repasar hoy, pero no logro concentrarme. No paro de pensar en cómo lo más probable es qué vaya a suspender. Si suspendo, tendré qué ir a recuperar en julio, teniendo qué estudiar también para los exámenes de las asignaturas del próximo semestre, creo que suspenderé de nuevo y tendré que hacer una segunda matrícula. ¿Y si no nos alcanza el dinero para pagarla? ¿No podré acabar la carrera? Noto como empiezo a temblar, siento que el corazón me va muy rápido. ¿Qué me está pasando? No puedo respirar bien, tengo que conseguir más aire, creo qué me estoy ahogando. Me estoy mareando, creo que me está dando un ataque al corazón. ¿Me voy a morir? No hay nadie en casa que pueda ayudarme. Me fallan las piernas, no me paran de temblar. Tengo muchísimo miedo.” 

“He ido a urgencias, me han dicho que ha sido un ataque de pánico, que estoy bien. Pero, ¿y si me vuelve a pasar?”

En este caso de ejemplo, exponemos lo que denominamos un ataque de pánico, ¿pero cómo lo definiríamos? Un ataque de pánico es descrito desde el DSM- V (APA, 2014) como la aparición súbita de miedo o malestar intenso que alcanza su máxima expresión en minutos y durante este tiempo se producen cuatro (o más) de los siguientes síntomas:

  1. Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca.
  2. Sudoración.
  3. Temblor o sacudidas.
  4. Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.
  5. Sensación de ahogo.
  6. Dolor o molestias en el tórax.
  7. Náuseas o malestar abdominal.
  8. Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.
  9. Escalofríos o sensación de calor.
  10. Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueos).
  11. Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo)
  12. Miedo a perder el control o de “volverse loco”
  13. Miedo a morir.

En el caso de María, podemos ver presentes los siguientes síntomas: palpitaciones, temblores, sensación de ahogo y dificultad para respirar, sensación de mareo y miedo a morir. Estas sensaciones físicas, son una reacción normal del cuerpo ante la aparición de la ansiedad. Al identificar la situación como peligrosa, se dedican todos los recursos a luchar contra o huir de ésta (p.ej., se bombea sangre más rápido, aumentando la frecuencia cardíaca, para que llegue más rápido la energía y oxígeno necesario a los tejidos que nos permitirán salir corriendo ante la amenaza). Esto es gestionado por el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), sistema sobre el que, como su nombre indica, no tenemos control directo. Este se divide en dos, el sistema simpático, el cual se encarga de esta activación y destina los recursos a la huida y, por otro lado, el sistema parasimpático quien se encargará de frenar la respuesta una vez haya detectado que el cuerpo ha tenido suficiente (Cascardo, E. y Resnik, P. E., 2016). Este último, nos protege, pone un límite sobre esta reacción que es tan desagradable, impidiendo que suframos daños. Por lo tanto aunque la reacción inicial ante el ataque, como le sucede a María, sea pensar en la posibilidad de estar sufriendo un ataque al corazón o de incluso poder morir, debemos saber que esto no es real, por mucho miedo que genere, por desagradable que sea, no nos hará daño físico

Cuando estos ataques se producen de forma reiterada, generando una preocupación persistente ante la posibilidad de que este ataque se vuelva a producir o las consecuencias que estos síntomas pueden tener y/o cambios en el comportamiento, interfiriendo en el desarrollo de la vida diaria de quien lo padece, hablamos de Trastorno de pánico (Cabañas, et al., 2018). 

El ciclo del pánico

Siguiendo el ejemplo de María, imaginemos que ella deja de estudiar porque este ataque inicial se ha dado en su tiempo de estudio, hablamos de que María está evitando una situación ansiógena. ¿Qué sucede cuando se evita una situación temida de forma repetida? Al no exponerse, María no tendrá pruebas que desmientan estos pensamientos. En este caso: 

María piensa: “Estudiar esta asignatura me pone muy nerviosa, seguro que me dará otro ataque”. Cada día, cuando llega la hora de ponerse a estudiar, acaba posponiendo esta asignatura concreta. Al final, ha llegado el día del examen y no ha podido prepararse como quería. Cuando está de camino a la universidad, vuelven los pensamientos que tuvo aquel día. “Voy a suspender”, “voy a tener que ir a recuperación”. Conforme avanza su diálogo interno, de nuevo nota como se le acelera el pulso, está empezando a respirar mucho más rápido. Ya no piensa en el examen, está totalmente centrada en sus reacciones físicas y todos sus pensamientos giran en torno a lo que está sintiendo. Está volviendo a tener un ataque. Llama a su madre para que pase a buscarla, sintiendo pánico a estar sola en este momento. Finalmente no ha podido hacer el examen. 

A corto plazo, al evitar enfrentarse a esta situación temida, la ansiedad que experimenta se reduce (p.ej., cuando llega la madre de María a recogerla, su ansiedad empieza a disminuir) pero, a la larga, esta ansiedad anticipatoria, se puede ir contagiando a nuevas situaciones distintas a aquella que inicialmente le generó tanto malestar a María (p.ej., aunque inicialmente la ansiedad solo aparecía cuando María intentaba estudiar para la primera asignatura, ahora también la siente cuando estudia otras asignaturas o va a los exámenes), quedando poco a poco su día a día más afectado y limitado por el miedo a sufrir un ataque de pánico.  

¿Cómo podemos tratar los ataques de pánico?

El enfoque desde el que se suele trabajar, es el Cognitivo-Conductual. Este enfoque trabaja evaluando los patrones de pensamientos que influyen sobre la sintomatología, trabajando sobre estos mismos para cambiarlos por pensamientos más realistas y adaptativos. Este enfoque se muestra efectivo y genera cambios estables a largo plazo que mejoran la calidad de vida (Andrews, L., et al., 2018). Algunas de las técnicas y herramientas que se utilizan son: 

  • Exposición: dentro del entorno seguro que supone la terapia, se expone al paciente de forma gradual a los síntomas concretos que experimenta durante el ataque de pánico, buscando refutar los pensamientos distorsionados sobre los síntomas (p.e., me va a dar un ataque al corazón). Progresivamente también se busca la exposición a aquellas situaciones temidas que han quedado asociadas al ataque de pánico, buscando así también generalizar los resultados a situaciones fuera de terapia.
  • Respiración diafragmática: mediante esta herramienta, entrenada en sesión, se busca reducir las respuestas fisiológicas fruto de la ansiedad, como la hiperventilación o el aumento en las pulsaciones. 
  • Relajación muscular progresiva: el objetivo es disminuir la tensión muscular relacionada con la ansiedad. Esta se trabaja a través de la tensión/relajación principalmente de los brazos, las piernas y la cara. 
  • Grounding o “Poner los pies sobre la tierra”: el objetivo de esta técnica es frenar los síntomas de ansiedad, buscando cambiar el foco de atención de aquellos pensamientos, recuerdos y preocupaciones que están agravando los síntomas, hacia el momento presente. ¿Cómo lo hacemos? Un ejemplo de esta técnica es el siguiente: 
    • Técnica 5-4-3-2-1: debes identificar 5 cosas que puedas ver, 4 cosas que puedas sentir, 3 cosas que puedas oír, 2 cosas que puedas oler y 1 cosa que puedas saborear.  

Bibliografía:

Álvarez García, H. B. y Herman Contreras, A. (2019). Intervención cognitivo-conductual en un caso de ataques de pánico. Revista de casos clínicos en Salud Mental, 1, 79-92. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7323084 

American Psychiatric Association - APA (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (5a. ed.). Madrid: Editorial Médica Panamericana.

Andrews, L., Carpenter, J., Hofmann, S., Powers, M., Smits, J. y Witcraft, S. (2018). Cognitive Behavioral Therapy for Anxiety and Related Disorders: A Meta-Analysis of Randomized Placebo-Controlled Trials. Depress Anxiety, 35(6), 502–514. doi: 10.1002/da.22728.

Cabañas Rojas, V., Casanova Menal, I. y Fernández-Montes Rodríguez, I. (2018). Estudio de caso único: eficacia de un tratamiento cognitivo-conductual en un trastorno de pánico en un adolescente. Revista de Casos Clínicos en Salud Mental, 1, 27-50. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6642691  

Cascardo, E. y Resnik, P. E. (2016). Ansiedad, estrés, pánico y fobias. 100 preguntas, 101 respuestas. B de Books. 

Millstine, W. y Stahl, B. (2016). Calmar los ataques de pánico. Una guía para la reducción del estrés basada en Mindfulness. Editorial Desclée de brouwer, S.A.

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