Horario: Lunes - Viernes: 9:00 - 21:00
hello world!
31 de mayo de 2024 

Abuso, dependencia y adicción a sustancias

Después de haber dedicado la última publicación a explicar qué podemos considerar una adicción, en esta ocasión vamos a centrarnos en las adicciones a sustancias, tratando de comprender cuáles son sus mecanismos y qué diferencia hay entre el abuso, la dependencia y la propia adicción.

Cómo vimos, el concepto de adicción no es fácil de definir y su conceptualización puede estar sujeta a ligeras variaciones. Aún así, existe un consenso importante que señala que la adicción a sustancias se caracteriza por dos conceptos: (1) una motivación incontrolable por consumir una o más drogas y (2) el mantenimiento de este consumo pese a tener importantes consecuencias negativas. G  eneralmente, la mayoría de personas se inicia en el consumo de sustancias de manera voluntaria, pero a medida que se va repitiendo, se dan unos cambios en el organismo que se mantienen incluso en ausencia de la sustancia. Durante este proceso se produce un efecto negativo en la interacción de tres sistemas funcionales neurobiológicos que harán que la adicción se mantenga en el tiempo (Goodman, 2008):

Sistema de recompensa:

El sistema de recompensa es un circuito cerebral que regula nuestras motivaciones y objetivos a través de la dopamina. Cuando se consumen sustancias con potencial adictivo de forma prolongada, los niveles de dopamina aumentan de manera antinatural y esto acaba interfiriendo en el funcionamiento normal de este sistema, dificultando cada vez más la sensación de motivación o placer en ausencia de la droga.

Regulación emocional:

Cuando se abusa de una sustancia con potencial adictivo, los procesos neurobiológicos que facilitan la regulación emocional quedan dañados, dificultando así la capacidad para mantener estados emocionales dentro de unos rangos de intensidad y estabilidad que no impidan el funcionamiento de la persona o lleven a altos niveles de estrés.

La inhibición comportamental:

La inhibición comportamental es una función ejecutiva que se da en la corteza prefrontal del cerebro, permitiendo así a la persona controlar determinados impulsos o comportamientos, en función de las consecuencias. En la adicción esta área del cerebro se ve afectada, dificultando el control de los impulsos y facilitando las recaídas.

En los casos más graves, aún después de la desintoxicación a la sustancia, los cambios en estos circuitos cerebrales permanecen, convirtiendo la adicción en una enfermedad cerebral crónica (Segal et al., 2015). De ahí que sea crucial aprender a identificar los comportamientos adictivos en sus primeras etapas y diferenciar entre lo que comúnmente se entiende como situaciones de abuso y situaciones de dependencia.

Solemos hablar de abuso cuando la persona aumenta la frecuencia e intensidad de consumo de la sustancia, ya sea en el caso de drogas, o con medicamentos sin prescripción médica. Se trataría de situaciones donde la sustancia empieza a ocupar una parte importante de la vida de la persona, pero manteniendo aún el control sobre cuándo quiere consumir. En estos casos, se empieza a desarrollar una ligera tolerancia, por lo que se necesita una dosis cada vez mayor para sentir lo mismo que cuando se originó el consumo. Para superar este nivel de tolerancia, se empiezan producir pequeños cambios conductuales, con el objetivo de poder consumir más y es ahí donde pueden empezar a aparecer los primeros problemas en algunas áreas de la vida de la persona (trabajo, familia, pareja, etc…) Cuando se mantiene el abuso de forma prolongada, se empieza a generar la dependencia. ¿Pero qué es realmente la dependencia?

Cuando el cuerpo se acostumbra al uso repetido de una sustancia, se adapta fisiológicamente a ella y se establece un nuevo equilibro condicionado por la droga. En ese punto, la tolerancia aumenta significativamente provocando que cada vez sea necesaria más cantidad de sustancia para mantener ese equilibro. Cuando la persona no llega a los límites de consumo que su organismo le exige, se da el síndrome de abstinencia, caracterizado por un conjunto de reacciones físicas o mentales muy desagradables que acaban provocando un deseo irrefrenable de volver a consumir. Este proceso fisiológico es la dependencia y se diferencia del abuso, porque cuando se llega a este punto, la persona ya no puede decidir libremente cuando consumir, sino que es su propio cuerpo el que reclama la sustancia para evitar los síntomas de abstinencia. Las reacciones adversas experimentadas dependerán del tipo de sustancia y el nivel de abuso previo, pero pueden incluir taquicardias, insomnio, temblor de manos, ansiedad, agitación, frustración, ira, náuseas, alteraciones en el sueño o en el apetito, etc.

 

A menudo, nos referimos al termino dependencia para hablar de adicción, y aunque en la mayoría de casos seria correcto, existen algunas excepciones. Por ejemplo, en tratamientos farmacológicos para el dolor, o la ansiedad o la depresión puede darse cierta dependencia fisiológica y la retirada brusca de la sustancia podría causar un síndrome de abstinencia, pero en estos casos no hablamos de adicciones. De la misma forma, cuando hablamos de abuso, lo solemos hacer refiriéndonos a la parte previa de un proceso adictivo, pero no hay consenso de que realmente exista un punto intermedio entre el uso de una droga y la dependencia (O’Brien, 2011).

Ante la dificultad para delimitar estos conceptos, que pueden solaparse o incluso confundirse con otras conceptualizaciones, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) ha planteado una clasificación dimensional para la adicción. En esta clasificación, reformulada como Trastorno de Consumo de Sustancias, se plantea la condición como un continuo de gravedad (leve, moderado, grave) donde será más fácil identificar en qué punto del proceso adictivo se encuentra cada persona. Para ser considerado un trastorno de consumo de sustancias, deberán cumplirse al menos dos de los once criterios que se establecen como el patrón patológico de comportamiento relacionado con la adicción. Los once criterios están divididos en 4 áreas principales que evalúan:

  1. La incapacidad de controlar el consumo de la sustancia
  2. El deterioro social debido al uso de la sustancia
  3. El mantenimiento de consumo en situaciones de riesgo (físico o psicológico)
  4. Los criterios farmacológicos: tolerancia y el síndrome de abstinencia

Si el consumo aumento con el tiempo, y es cada vez más difícil de controlar, estas pueden ser las primeras señales de que se podría estar desarrollando una adicción a sustancias. Para obtener ayuda es importante acudir a un profesional de la salud lo antes posible, ya sea el médico de cabecera, un psicólogo o un psiquiatra.

Bibliografía:

APA. Manual diagnóstico y estadístico de los tras­tornos mentales (DSM-5). 5ª ed. Madrid: Médica Panamericana; 2014.

Goodman, A. (2008). Neurobiology of addiction: An integrative review. Biochemical pharmacology, 75(1), 266-322.

O'Brien, C. (2011). Addiction and dependence in DSM‐V. Addiction, 106(5), 866-867.

Segal, H. D., Salgado, B. R., Mínguez, F. M., & Quintero, J. (2015). Trastornos por consumo de sustancias y fármacos. Medicine-Programa de Formación Médica Continuada Acreditado, 11(86), 5137-5143.

TODOS LOS ARTÍCULOS
Col-legi Oficial de Psicología de Catalunya
Generalitat de Catalunya
SCRITC
EABCT
Reserva de Citas
Reserva online, de forma cómoda y rápida. Accede ahora.
Solicita una consulta
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad
linkedin facebook pinterest youtube rss twitter instagram facebook-blank rss-blank linkedin-blank pinterest youtube twitter instagram