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21 de junio de 2024 

Adicciones conductuales: ¿Qué actividades pueden ser adictivas?

Tal y como hemos ido explicando en las últimas publicaciones, la adicción se caracteriza por una motivación incontrolable de llevar a cabo un determinado comportamiento, y el mantenimiento del mismo pese a las consecuencias negativas que conlleva. Históricamente, esta concepción de la adicción siempre había estado ligada al consumo de sustancias adictivas, pero en los últimos años, se ha empezado a hablar también de las adicciones conductuales, referidas a actividades en las que no están involucradas ningún tipo se sustancia. ¿Pero puede cualquier actividad volverse adictiva? ¿Qué diferencias hay con las adicciones a sustancias? A continuación, vamos a revisar el concepto de la adicción conductual y vamos a intentar responder a estas preguntas.

En la última revisión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) se incluyó por primera vez la categoría de las adicciones no vinculadas únicamente a las sustancias. Bajo el nombre de trastornos adictivos, se definieron las adicciones conductuales como un tipo de comportamiento que activa los mismos sistemas de recompensa que las drogas, llegando a producir síntomas conductuales similares a los de los trastornos por el consumo de sustancias. Estaríamos hablando entonces de un tipo de actividad cuya repetición conlleva una gratificación inmediata que va asociada a un progresivo deterioro de la salud general y en la que la persona implicada no es capaz de reducir su frecuencia, pese a estar incrementando cada vez más las consecuencias negativas, ya sean a nivel de salud o a nivel social.

Pese a que en la categoría del DSM-5 solo está incluida la adicción al juego patológico, como único comportamiento para el que se ha demostrado científicamente que están vinculados los mismos procesos cerebrales que con las adicciones a sustancias, existe un importante debate acerca de qué otros comportamientos pueden ser denominados adictivos. Varios estudios han hablado de adicción al sexo, al amor, a la comida, al ejercicio físico, a los videojuegos, a las redes sociales o incluso al trabajo, pero el hecho de que esto sea un tema relativamente nuevo, hace que sea difícil llegar a una conclusión clara sobre a qué comportamientos podemos calificar como adictivos. Mientras esperamos que la investigación científica siga su curso, podemos repasar dos de los modelos más aceptados, aunque contrapuestos, que hablan de las adicciones conductuales.

Por un lado, Mark Griffiths (2005) cree en lugar de centrarse en las diferencias que hay entre las adicciones a sustancias y las conductuales, es más útil fijarse en lo que tienen en común. De ahí que Griffiths propusiera un modelo de seis componentes que consideraba comunes entre ambos tipos de adicciones, alegando que, para que una actividad fuera considera adictiva tenía que cumplir con todos ellos:

  1. Dominancia:

La dominancia se refiere al hecho de que el comportamiento sujeto a ser adictivo se convierta en la parte más importante de la vida del individuo, llegando a dominar sus pensamientos, emociones y conductas.

  1. Cambios en el estado de ánimo:

El uso de la sustancia en cuestión o actividad determinada provocará un cambio gratificante y esperado en el estado de ánimo de la persona, ya sea estimulante o relajante.

  1. Tolerancia:

La tolerancia se da a medida que se necesita envolverse cada vez más intensamente en los comportamientos adictivos para poder obtener los mismos efectos que inicialmente.

  1. Síntomas de abstinencia:

Cuando el individuo no tiene acceso a la sustancia o actividad determinada, se dan los síntomas de abstinencia en forma de reacciones adversas, tanto físicas como psicológicas (mareos, taquicardias, insomnio, temblores, ansiedad, ira, frustración…).

  1. Conflicto:

Cuando exista una adicción, esta generará un conflicto, ya sea interno o interpersonal, en relación con las preocupaciones por dedicar demasiado tiempo a la actividad o sustancia.

  1. Recaída:

La recaída se refiere a la tendencia a volver a patrones adictivos incluso después de haber recuperado el control durante un tiempo.

Es importante recalcar que la adicción es un proceso bio-psico-social, donde influyen distintos factores, como el contexto, la biología, o rasgos psicológicos de la persona. Es por eso que una actividad determinada puede cumplir los seis componentes de Griffiths y ser adictiva para una persona, pero no serlo para otra persona distinta.

El otro modelo es el de Kardefelt-Winther et al. (2017), que defienden la idea de que si clasificamos cualquier actividad como una adicción corremos el riesgo de acabar patologizando comportamientos comunes. Para hacer frente a esto, Kardefelt-Winther et al. proponen una definición alternativa para las adicciones conductuales, que no se limita a los componentes comunes con la adicción a sustancias. En esta definición se afirma que para que una actividad susceptible de ser catalogada como adictiva, esta debe ser la causa clara de un malestar significativo llegando a impedir el funcionamiento normal de la persona, en un período largo de tiempo. Además, se añaden algunos criterios de exclusión, como el hecho de que el malestar significativo pueda tener su origen en otra enfermedad, que la actividad se realice de forma completamente voluntaria y libre o que sea un comportamiento que se desvíe claramente de lo que se considere normativo en el contexto sociocultural determinado. Así, según Kardefelt-Winther et al., no se deberían incluir comportamientos que, pese a ocupar un lugar importante en la vida de la persona y provocar distracciones o desatención, no llegan a afectar significativamente la funcionalidad de la persona.

Parece claro que nos encontramos en un momento aún prematuro para poder determinar qué comportamientos pueden ser calificados como adictivos, pero después de la inclusión del juego patológico en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) es indudable que se ha abierto la puerta a que otras actividades puedan también resultar adictivas sin que este involucrado el consumo de una sustancia.

Refiriéndonos de nuevo al origen bio-psico-social de las adicciones, creemos que, por el momento, lo más adecuado es tratar cada caso como único y, que, si una persona siente que está perdiendo el control sobre un tipo de actividad, afectando así a su bienestar, acuda lo más pronto posible a un profesional de la salud para recibir el apoyo necesario.

Bibliografía:

APA. Manual diagnóstico y estadístico de los tras­tornos mentales (DSM-5). 5ª ed. Madrid: Médica Panamericana; 2014.

Griffiths, M. (2005). A ‘components’ model of addiction within a biopsychosocial framework. Journal of Substance use, 10(4), 191-197.

Kardefelt‐Winther, D., Heeren, A., Schimmenti, A., Van Rooij, A., Maurage, P., Carras, M., ... & Billieux, J. (2017). How can we conceptualize behavioural addiction without pathologizing common behaviours?. Addiction, 112(10), 1709-1715.

 

 

 

 

 

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